Nov 21, 2024 @ 2:21
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“No sé qué abarca el concepto de mamá empoderada, solo sé que quiero que mis hijas estén bien, que salgan adelante. Y si para eso tengo que romperme el lomo, pues lo haré”, dice Melvy Ruiz, madres de tres mujercitas, periodista que sabe lo que es ‘clonarse’ para abastecer en varios trabajos, incluidos los feriados y fines de semana.

En 2017 se separó del papá de sus hijas, en 2021 su salud sufrió complicaciones cuando se contagió de covid-19, pero además, esa enfermedad le desveló que lo peor estaba por venir, tras varios análisis le detectaron carcinoma pulmonar.

Admite que ni la separación de su esposo, ni el covid-19 la asustaron tanto como enterarse de que tenía cáncer. “No sabía qué esperar, y pensé en qué pasaría con mis hijas. Entré en tal contrariedad, que hasta llegué a cuestionar qué daño hice para que me pasara eso; era tanta la impotencia que no sabía qué hacer. Se me vino el mundo abajo, pensar que mis tres hijas dependían de mí, no de su papá, fue un golpe durísimo”, se sincera.

Desde que se separó, Melvy asume toda la economía de su hogar, y sus padres la ayudan dándole un espacio en casa.

Cree que su poder radica en la voluntad de hacer las cosas y en sus hijas, en verlas bien. “Son mi motor, por ellas me levanto. Sé que no les doy el tiempo que quisiera, pero no me da para más. Trato de darles tiempo de calidad, nunca he sido muy afectiva, pero soy más de acciones”, comparte.

Y aunque sus hijas son la razón para abrir los ojos y levantarse cada día, confiesa que a veces quisiera dormir un poco más.

Actualmente, Melvy trabaja en la UAGRM, asesorando al rector Vicente Cuéllar, y también genera recursos los fines de semana y los feriados en un medio de comunicación.

Hasta no hace mucho, cuando el horario continuo lo permitía, trabajaba, además, con Carlos Valverde, y también estaba con un programa radial de noticias en Atlántica.

“Con Carlos estuve de 2003 hasta 2023, pero necesitaba el seguro de salud de la UAGRM porque los estudios médicos eran lo más caro”, cuenta.

Prácticamente trabaja 24/7, dice, pero también agradece a los colegas que alguna vez la cubren y le cambian los turnos, como cuando tiene actividades importantes de sus tres mujercitas.

El cáncer por ahora está encapsulado, y la orden del doctor es no intervenirlo con cirugías. “Estoy con seguimiento y controles”, asume Melvy.

Amelia Solorzano sacó adelante a sus hijos con mucha fe y trabajo. No olvida a quienes all
Amelia Solorzano sacó adelante a sus hijos con mucha fe y trabajo. No olvida a quienes all

A Amelia Solorzano la necesidad la volvió empresaria. Tenía dos hijos y estaba gestando al tercero cuando se separó de su esposo. “Tuve que buscar una forma de generar ingresos para sostener a mis hijos”, recuerda.

Lo que hoy es la empresa de ropa deportiva Patra, arrancó con un improvisado taller de costura, con ayuda de una vecina.

Ese momento complejo coincidió con el boom de las ventas en Yacuiba, por el tipo de cambio en Argentina. “Durante los primeros siete años llevaba toda mi producción a Yacuiba, y para eso contaba con la ayuda de mi mamá, que se quedaba con mis niños, y con la recién nacida. A veces la dejaba, pero también en otras ocasiones tenía que llevarla conmigo en un cargador”, viaja al pasado.

La buena racha acabó con el corralito en Argentina, y se cerró la salida por Yacuiba.

Amelia estuvo sin trabajar aproximadamente por un año, hasta que se acomodó en un puesto prestado en la Feria de Barrio Lindo. Cree que su creatividad y persistencia la empujaron a que la clientela creciera.

“Siempre dije que soy una mujer de mucha fe, una persona a quien le gusta hacer las cosas de forma honesta y pongo el mayor esfuerzo y cariño en todo lo que hago. Hasta el día de hoy, mi motivación principal han sido mis hijos”, dice sobre las razones de su éxito.

Lo que empezó como una microempresa, se formalizó en 2003, cuando Amelia ordenó toda la parte legal, registró la marca y desde esa fecha aportó al fisco.

Si bien Patra tocó el cielo de 2008 a 2014, llegando a producir hasta 50 mil prendas, Amelia acepta que las ventas experimentaron un descenso por las imitaciones, contrabando, etc.

“Pero no nos quejamos porque gracias a Dios siempre cuidamos mucho la calidad y el precio accesible, lo que nos hace permanecer en el mercado. Tenemos clientes a escala nacional”, resalta.

Ella cree que el empoderamiento tiene que ver con creer en ella misma, “es el ingrediente principal para tener éxito, tener fe y contagiar al entorno ese entusiasmo y forma diferente de hacer las cosas”, comparte su receta.

Otro ingrediente es la perseverancia, dice que no se paraliza ni se limita, “pienso que los obstáculos y problemas son pasajeros. Además, respeto mucho a mi prójimo, me gusta colaborar y tengo inmensa gratitud en el corazón con quienes ayudaron en la trayectoria, porque nada se puede lograr a solas. Lo que más me alegra es haber aportado a que la gente sepa que en Bolivia se producen cosas de calidad”, se enorgullece.

En todo ese proceso, Amelia volvió a casarse y tuvo dos hijos. Hoy es el menor, el que estudia Administración de Empresas, el más involucrado con los negocios.

Servidoras públicas

Guadalupe Montenegro es madre de tres jóvenes, una de ellas con capacidades especiales
Guadalupe Montenegro es madre de tres jóvenes, una de ellas con capacidades especiales

Señora Milagro. Para quienes conocen la historia de Guadalupe Montenegro, esa debería ser su carta de presentación.

Desde hace casi ocho años trabaja como abogada de la Defensoría del Pueblo en Santa Cruz, luchando contra la vulneración de los derechos humanos, cuando estas provienen de funcionarios públicos.

Antes formó parte de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG), Capitanía de Alto y Bajo Isoso (CABI); Cidob; Plan de Desarrollo de Pueblos Indígenas (PDPI); CEJIS; INRA; Viceministerio de Pueblos Indígenas, y también trabajó para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID); el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap) y fue directora del Parque Otuquis.

Hace unos años, Guadalupe, madre de tres jóvenes, estuvo a un paso de la muerte cuando un aneurisma explotó en su cabeza. Conoció el famoso túnel, del que hablan los que vuelven a la vida.

La jovencita con capacidades especiales quedó así por una negligencia médica
La jovencita con capacidades especiales quedó así por una negligencia médica

Cree que la trajo de regreso María, su hija menor, de 24 años, que quedó con parálisis cerebral por una negligencia médica, exceso de anestesia.

En la Caja Nacional de Salud (CNS) le decían la señora Milagro. “Los médicos advirtieron a mis hijos que yo no iba a vivir, estaban esperando que me diera un paro cardiorrespiratorio porque no solo reventó el aneurisma, sino muchas venas en mi cabeza”, dice.

Ella es una servidora pública ‘sui generis’, además de sustentar su hogar a solas, siempre se ha dado tiempo para el prójimo. No lo dice Guadalupe, sino las personas que se han beneficiado con su alto grado de empatía, incluso diputados.

“No me gané este trabajo a dedo, fue un milagro estar aquí y Dios me permite ayudar, siempre hice labor social, a veces eso también me gana antipatía, incluso entre los mismos funcionarios, pero cuando uno tiene principios firmes, hay que hacer bien las cosas. Existen buenos servidores públicos, que hacen su trabajo, pero son pocos, se han perdido la empatía y la esencia de la justicia”, lamenta.

Para ella, a menudo en lo público se fijan más en los papeles que en el trabajo efectivo de que la gente obtenga justicia, y recuerda que las personas acuden con esperanza. “En muchos casos, son los mismos funcionarios los que cansan a la gente, la hacen ir y venir, eso no es justo, a veces no tienen ni para el pasaje”, reflexiona.

Cree que ser una madre empoderada significa dar todo por su familia, pero respetando a su prójimo. “A mis hijos les enseño valores, a enfrentar el mundo sin lastimar a otros y a trabajar de forma empática y solidaria”, dice.

Una de las razones para que Guadalupe quedara sin el apoyo de su esposo, fue que este quería internar a la niña especial en un centro. “Esa era nuestra pelea. Nunca se me cruzó por la mente, estos niños son muy vulnerables, yo duermo con ella, la abrazo cuando convulsiona”, comparte.

A Marthi Gutiérrez su labor social la llevó a impulsar tres leyes
A Marthi Gutiérrez su labor social la llevó a impulsar tres leyes

Marthi Gutiérrez es mamá de María Celeste (14) y María Belén (9). También es asambleísta departamental de Creemos, llegó al cargo por su labor social con madres solteras, iguales que ella.

Cuando el padre de sus niñas se desentendió por completo, ella hizo de todo, fue niñera de las hijas de sus amigas, alquiló su vehículo, e incluso vendió lotes.

Hace 15 años creó Mamá Sol, un grupo de ayuda para madres solteras, y luego la convencieron de entrar a la Asamblea. “Me dijeron que desde este nuevo ámbito podría hacer políticas públicas para cambiar la vida a más mujeres. Impulsé tres leyes departamentales sobre el tema, obtuve la personería jurídica de Mamá Sol y hemos entregado capital semillas a varias, para que salgan adelante con sus hijos”, celebra.

Lo que mueve el accionar de Marthi es que siendo profesional, y de contar con la ayuda de sus padres, pasó por depresión, tocó fondo al quedar sola. “Entiendo la política como el arte del servicio al prójimo, es un don que Dios pone en mi corazón; por experiencia sé que el mayor miedo de una mamá soltera es pensar qué pasaría si uno no está más; nuestros hijos comen de nuestro trabajo, independiente del éxito”, dijo.

Más allá del poder que le da el cargo, Marthi dice que le interesa impactar y transformar vidas, aunque algunos colegas le dicen que deje de pedir para los pobres.



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