14 de octubre de 2024, 4:00 AM
14 de octubre de 2024, 4:00 AM
Los incendios que ya devoraron más de 10 millones de hectáreas de bosque en el oriente boliviano -70% en Santa Cruz-, pronto pasarán la factura al afectar los ciclos hidrológicos, que provocarán mayores sequías y menos disponibilidad de agua para consumo humano y para la producción de alimentos.
La Organziación de las Naciones Unidas (ONU), a través de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) emitió un informe contundente, la semana pasada, en el que demostró que el 50% de las cuencas hidrográficas del mundo mostraron condiciones anormales, la mayoría deficitarias, lo que redujo la disponibilidad de agua para la agricultura y la industria.
“A raíz del aumento de las temperaturas, el ciclo hidrológico se ha acelerado. También se ha vuelto más irregular e impredecible, y nos enfrentamos a problemas crecientes de exceso o escasez de agua”, explicó la Secretaria General de la OMM, Celeste Saulo, en una rueda de prensa celebrada en Ginebra.
Locomotora sin agua
Pamela Rebolledo, bióloga máster en ecología y conservación de la ONG Nativa, explicó que antes del inicio de los incendios -iniciados en gran magnitud en 2019-, el agua que genera la Amazonia, en Santa Cruz encontraba un área de reciclaje y recarga, para luego viajar, como masa de humedad hacia el resto del departamento y el sur del continente.
“La falta de bosque en Santa Cruz, provoca que en el ambiente exista menor humedad y con ello la sequía que genera cambio climático nos lleva a niveles de vulnerabilidad extrema”, resaltó Rebolledo.
De acuerdo con la experta, la acelerada pérdida de cobertura natural por deforestación, coloca a las cuencas en una situación de deterioro y, con ello, pérdida de la capacidad de regulación hidrológica en las cuencas y el agravamiento de la pérdida del capital financiero que sustentan los medios de vida locales, ingresando en un círculo de crisis que requiere de intervenciones estratégicas de todos los sectores.
“La escasez de recursos hídricos puede ser un obstáculo para el desarrollo económico y también un obstáculo para el progreso social del departamento y del país, habida cuenta que Santa Cruz es el motor económico de Bolivia y el motor de esta locomotora funciona con agua”, aseveró Rebolledo.
Biotecnología
Desde la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo), se plantea al Gobierno la necesidad de avanzar con el acceso a nuevos eventos de biotecnología para que los productores puedan contar con la semilla la tecnología HB4, tolerante a sequía o la Soya Intacta, con tolerancia al ataque de plagas, en la búsqueda de mitigar las pérdidas productivas por efecto climático de extrema sequía y, por otra parte, para aumentar la productividad en la misma superficie.
“Como sector productivo, desde hace años, que venimos promoviendo el manejo sostenible en la producción, con la introducción de prácticas conservacionistas que contribuyen a cuidar los suelos y hacer un uso más eficiente del agua de lluvia, como es el sistema de siembra directa, con la labranza sin remover el suelo, combinado con el uso de rastrojos como cobertura del suelo, y también con la introducción de prácticas con cultivos de cobertura y de servicios, además del uso de bioinsumos”, dijo Richard Paz, vicepresidente de Anapo.
Según Paz, este sector productivo está en constante innovación de buenas prácticas agrícolas y ambientales que contribuyen a preservar la fertilidad de los suelos y hacer un uso eficiente del agua, siempre cuidando el medio ambiente.
Sin embargo, la sequía ha sido muy extrema para el sector soyero en los últimos seis años y, en la campaña de verano, ha afectado la producción en por lo menos 500 mil toneladas anual. “Este año, las pérdidas fueron mayores, estimadas en unas 800 mil toneladas y que en términos económicos ha significado una disminución de ingresos de al menos 320 millones de dólares”, lamentó el dirigente de Anapo.
En 2023, el PIB nominal histórico de Santa Cruz fue de $us 14.314 millones, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Bajo su modelo productivo, sostenido por la agropecuaria, aporta en un 30% al PIB nacional y provee el 72% de los alimentos del país.