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8 de marzo de 2024, 12:19 PM

8 de marzo de 2024, 12:19 PM

Hasta el año pasado Laura podía ahorrar y como todo argentino lo hacía en dólares para enfrentar la alta inflación. Pero desde que asumió el presidente ultraliberal Javier Milei sus ingresos se pulverizaron y está vaciando la alcancía. En una economía en recesión, el peso se valoriza aunque nadie festeja.

«Siempre ahorré en dólares porque en Argentina es lo único seguro. Antes compraba de a 200 por mes. Desde diciembre estoy vendiendo de a 300 y no me alcanza», dice a la AFP Laura Gil, bancaria de 49 años y madre de dos niños en edad escolar.

El apetito por el dólar en Argentina como refugio contra la inflación se derrumbó bajo el gobierno de Milei, pero lo que de lejos luce alentador, de cerca revela recesión, caída de importaciones y pulverización de ingresos.

Las restricciones a la compra de divisas impuestas en 2018 para desalentar la demanda de dólares hicieron florecer varios tipos de cambio, desde el ilegal ‘blue’ hasta el que se opera a través de la bolsa. 

En los últimos meses, todos se desplomaron hasta reducir a menos del 20% la brecha de cotización con respecto al tipo de cambio oficial, una diferencia que había llegado al 100% en octubre pasado. 

Tras asumir el 10 de diciembre, Milei devaluó el peso más de 50% y desde entonces las devaluaciones son mensuales a un ritmo del 2%.

«La devaluación hizo muy conveniente para todos los exportadores este tipo de cambio, por eso están liquidando sus divisas» ampliando la oferta de dólares en el mercado, explicó a la AFP el economista independiente Pablo Tigani.

Pero los precios reflejaron el golpe de la devaluación, la inflación se disparó aún más y pulverizó el poder de compra -y de ahorro- de los argentinos.

«Los que tenían dólares ahorrados los están quemando (gastando) para pagar las cuentas. Nadie tiene un peso», resume un ‘arbolito’, un cambista callejero, en la ya no tan ajetreada ‘City’ porteña.

Con una inflación del 254% interanual y aumentos de alquileres, transporte, energía, salud o educación, la castigada clase media debe vender los dólares que guarda bajo el colchón.

Tigani apuntó que «se ha desatado en los últimos meses una inflación en dólares: la gente gana en pesos y los precios aumentan en dólares».

Pero los apremios de la clase media, histórica compradora de dólares, son sólo parte de la explicación de la caída en la demanda de la divisa.

También se derrumbaron las importaciones un 13,4% interanual en enero, sobre todo en bienes de capital que alimentan la industria, lo que significó menor demanda de dólares para pagar al exterior. 

Incide además para una mayor oferta de divisas un factor estacional, que es el inicio de la liquidación de exportaciones agrarias, con su pico en abril y mayo.

En ese contexto, el Banco Central consiguió recomponer las maltrechas reservas monetarias internacionales del país y llevarlas a su nivel más alto en los últimos seis meses.

«Argentina está en recesión desde hace 14 meses, pero los últimos cuatro fueron los más intensos. El aumento de precios fue muy fuerte y el consumo se ha derrumbado», explicó a la AFP el economista independiente Federico Glustein.

La inflación fue de 20,6% en enero y analistas privados la estiman en 18% en febrero, un dato que se conocerá la semana próxima. 

«La inflación está desacelerándose pero todavía sigue muy alta», remarcó Glustein, al advertir que «falta hacer ajustes económicos, como más aumentos de tarifas, lo que podría hacerla subir de nuevo».

La recesión golpeó el consumo, pero también la industria y por lo tanto mermó la demanda de energética. Esto repercute en la disponibilidad de divisas en un país que importa parte de la energía que consumen sus fábricas.

Sólo en el renglón Pyme (pequeñas y medianas empresas), la caída de la actividad fabril en enero fue del 30% interanual, según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa.

«Argentina está importando menos energía, entonces se gastan menos reservas y el Banco Central se permite comprar el excedente», señaló Glustein, quien interpreta la caída en la demanda de dólares como «un síntoma de la crisis».



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