7 de abril de 2024, 4:00 AM
7 de abril de 2024, 4:00 AM
Lo que sucedió durante la crisis política de 2019 es apenas “un raspón”, asegura el diplomático. Conversó con EL DEBER sobre el estado de las relaciones con Bolivia y los desafíos que están sobre la mesa. Prefiere abordar los problemas de seguridad desde la perspectiva integral del tejido social y apunta a modernizar los acuerdos en materia comercial.
¿Cuál es el estado de las relaciones entre Bolivia y México tras las crisis política de 2019?
Muy positiva. Tengo dos meses de haber llegado y el encargo con el que vine es mantener un nivel muy alto de diálogo con todos los sectores de Bolivia. Tenemos 192 años de relaciones diplomáticas y Bolivia va a cumplir 200 años como país independiente. Prácticamente desde los ocho años de vida, cuando eran bebés, Bolivia y México ya se estaban acompañando.
Ahora bien, el capítulo que menciona ha sido, digamos así, un raspón, como decimos en México. En la historia de nuestras relaciones, la verdad nunca se ha tenido un distanciamiento de fondo.
Ahora tenemos la suerte en México que nuestra actual canciller es una conocedora de América Latina. Ella fue 14 años presidenta de la Secretaría General de la Cepal (Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina) y es una persona que entiende, comprende y conoce a Bolivia en todos los sentidos. El encargo de ella es que sigamos el viento de cola que tenemos con Bolivia. En nuestra administración, Bolivia es considerdo como un punto neurálgico de América del Sur.
¿El punto neurálgico en torno a la economía, a la democracia o el diálogo político?
Cuando uno empieza a estudiar más profundamente cómo se compone Bolivia, uno puede concluir que dentro de América Latina es el país que, sociológicamente, es como se conformó México. Históricamente, uno empieza a ver que somos producto de virreinatos contemporáneos. Desde ahí, la forma en la que se conformó nuestra población, hemos pasando los mismos sucesos: Una conquista por parte de europeos, un establecimiento de virreinatos muy fuertes, porque el virreinato del Alto Perú y el virreinato de la Nueva España fueron de los más prósperos en su momento. Luego, vienen las batallas de independencia, el sometimiento de una población de pueblos originarios como no tiene parangón en el otro continente, en México y en Bolivia.
Ese producto histórico nos hace ser muy similares en cuanto a nuestra identidad. Nos entendemos muy bien. De ahí, si lo explicamos desde ahí, entendemos bien los retos de la economía, entendemos bien los retos de nuestras matrices económicas, nos acompañamos muy bien en foros internacionales, tenemos los mismos principios. Entonces, si es una relación es muy pareja en todos los sentidos, obviamente hay retos como los tamaños de las economías, hay mucho espacio para crecer.
Si vamos a revisar el diálogo político, hay una gran sintonía por la vocación que se tiene en los gobiernos actualmente y los retos que están enfocados en las deudas sociales históricas y atávicas que tienen los dos países. Es una relación muy estable, muy pareja.
¿Qué pasó con el Tratado de Libre Comercio (TLC) que se firmó en la década de los 90 con Bolivia? ¿Ya se murió?
No, no, no. Está el ACE-66 (el Acuerdo de Complementación Económica-66), fue renombrado.
¿Pero ya no hay Tratado?
México tiene una gran red comercial con el mundo. Tenemos dos acuerdos de libre comercio que nos dan acceso potencial a 46 países (TLC de Norte América con Canadá y Estados Unidos, además del TLC con Europa). Luego tenemos los ACE que se revisten en el marco de Aladi (Asociación Latinoamericana de Integración) y dos acuerdos de alcance parcial. Con Bolivia lo que pasó es que del libre comercio se reconfiguró y se volvió un ACE-66 que, en la práctica, es un acuerdo de libre comercio, un tratado que necesita revitalizarse.
Ese tratado se revisó en el 2010. Ya tenemos 14 años y tenemos que volver a revisar ese instrumento. El comercio ha seguido fluyendo, pero la economía mundial ha cambiado, los intercambios han cambiado. Hay que revisarlo, hay que modernizarlo, para poderle dar a la relación comercial unas avenidas más amplias para que fluya. Por ejemplo, para los vinos de Tarija y el cacao, y lo digo de un país que es de los aztecas; pero ustedes tienen un cacao fantástico. El café, la quinua y la chía. Hay una serie de productos que pueden entrar tranquilamente a México y estamos seguros de que lo harán a mercados gourmet.
¿Y la balanza comercial?
Tenemos un 4 o 5-1 por México versus Bolivia. Bolivia está exportando cerca de 100 millones de dólares, más o menos. México exporta electrodomésticos, tractores, maquinaria. Entonces, el reto es sí que Bolivia levante mucho más su comercio, actualizando, modernizando el acuerdo del cual estamos hablando, que, por cierto, estamos intentando hacia mediados de este año actualizar todos los pilares que tiene institucionalmente la relación bilateral a través de la Comisión Binacional Permanente.
México y Bolivia enfrentan al narcotráfico y el crimen organizado. ¿Qué tipo de cooperación se va a hacer ante esto?
Abordar este reto ya no solo es para el narcotráfico, es un fenómeno de crimen organizado que es transnacional, es decir, un fenómeno circular que alcanza a muchas naciones y a muchos continentes. Entonces, el diálogo regional es esencial para poder emparejar la visión que tenemos. O sea, es un fenómeno regional que tiene implicaciones regionales, pero además que es diferente a cómo lo aborda el norte de nuestro continente, cómo lo aborda Europa, porque ellos participan en este crimen organizado desde diferentes sectores. Decimos en broma que siempre nos reclaman a los mexicanos: ‘ya no mandes droga’. Y nosotros respondemos ‘pues ya no consumas’.
Esta es una manera simplista y reduccionista de decir el fenómeno se aborda desde diferentes patas o partes de acuerdo a cómo nos está afectando. Con Bolivia hay un intercambio de inteligencia, un intercambio de experiencias. Bolivia sustentó su plataforma de intercambio de información fronteriza. Ustedes tienen frontera con cinco países, nosotros tenemos frontera con tres, pero uno de ellos vale como por 10 (EEUU).
Bolivia hizo un acuerdo de cooperación con México para ver cómo funciona esa plataforma que es muy sofisticada por obvias razones y la adaptó a los cinco países que tiene como frontera y ahora también, en estos seis meses que tenemos por delante, hay que ver qué actualizaciones ha habido en México para poderlas introducir en su plataforma que está basada, como digo, en la experiencia mexicana.
Son cosas que no son estridentes por obvias razones, es un intercambio de información de inteligencia. Afortunadamente en Bolivia, no tenemos un problema de tránsito constante, de gente que se esté trayendo droga como tal, como sí nos sucede en la relación con el norte. Bolivia está en foros regionales tratando de instrumentar lo que es la Alianza Regional Antinarcóticos, que tiene una visión totalmente diferente. Es una visión de atacar más el tejido social, de atacar más las causas estructurales, con lo cual México ahora está compartiendo mucho esa visión. Se está pasando de un fenómeno de atacar la criminalización para más bien atender las causas estructurales. El presidente Manuel López Obrador ha sido muy enfático en que atacar las causas estructurales del tejido social que en esta visión son, teniendo un tejido social tan débil y tan roto, es muy fácil que penetre ahí el fenómeno de narcotráfico o del crimen organizado.
¿Las autoridades bolivianas le expresaron su preocupación por la penetración, por ejemplo, de cárteles mexicanos en Bolivia?
No, no. En realidad, la embajada es muchas veces la ventanilla para recibir y enviar información. Sí tengo entendido que la cooperación a nivel de Inteligencia es muy fuerte. Se comunican entre ellos. A nosotros no nos dan parte. Espero ganarme en estos dos meses la confianza para que me cuenten las cosas.
Pero no, en realidad sí tuvimos contacto. Antes de venir para acá nos unimos con el Centro Nacional de Inteligencia. Ellos nos comparten cuál es la visión. Desde la embajada compartimos análisis que a ellos les interesan. Pero la valoración de México es que la presencia de cárteles mexicanos como tal no los hay en Bolivia. Existen otro tipo de fenómenos que sí son correlativos como tal.
Sí, pero bueno, la delincuencia es transnacional…
Es transnacional. Y el fenómeno además ya no se puede compartimentalizar nada más en un fenómeno. Es un fenómeno grave, es un fenómeno difícil. Se habla de narcotráfico, de trata de personas, de contrabando, o sea, de lavado de dinero. Va por todos lados. Entonces, el reto no un solo país para atacar la complejidad del fenómeno. Se necesita mucha cooperación internacional.
Hace poco se eliminaron las visas. ¿Cómo evalúa esto?
Están funcionando bien las cosas. Ha sido exitosísimo. Eso desde la Embajada lo estamos cuidando mucho. Porque realmente cuando ya nos toca ponerle visado se traba todo tipo de relaciones. Desde la gente que quiere ir a conocer un país por cultura a conocer a sus familiares. Porque Bolivia y México, por la propia historia que tenemos, hay muchos bolivianos.
¿Cuántos bolivianos hay en México?
Debe haber unos 4.000 ó 5.000.
Y en Bolivia ¿cuántos mexicanos?
Tenemos 10.000 y un cachito de mexicanos. Más del 90% está en Santa Cruz. Entonces, la visa yo creo, es incuestionable, los beneficios que tiene, desde gestos políticos, desde integración económica y el turismo. Entonces, eso ha sido un gran éxito. Desde la Embajada lo cuidamos, y regresando un poquito a lo anterior, cuando hay redes de tráfico, de tránsito, de trata de personas, muchas veces la solución más inmediata es ponerle visa al país. Es un filtro primero para desincentivar cualquier otro tipo de tráfico. Con Bolivia no lo tenemos. Ese es otro signo de que Bolivia ahorita no es una preocupación como tal. O sea, no es una preocupación para México el tema del crimen organizado. No sería su prioridad. No es un foco rojo. Es como un semáforo y creo que estaría en verde inclusive.
Lo hemos imaginado mucho, pero siendo realistas, al presidente López Obrador le quedan seis meses de trabajo por delante. Ahorita, por lo pronto, estamos en veda electoral. Es decir, las candidatas y el candidato que están compitiendo por la presidencia en una campaña que se termina prácticamente en la primera semana de julio, que son las elecciones. Ahí el presidente no va a salir porque está previamente en un proceso de veda electoral. Hay una ley muy fuerte en México que no se puede promover cualquier manifestación de logro gubernamental. Eso está sancionado.
El partido sí, aunque así como todos los partidos aspiran a reelección, en México la palabra reelección es, desde 1916, una palabra casi casi proscrita. La reelección en México no existe. Es una fórmula, modestamente lo digo, muy inteligente la que tiene México de seis años el mandato. No son cuatro ni cinco, son de seis años. Es muy buena fórmula porque el primer año es de adaptación, el último año pues prácticamente se está cerrando la administración. Entonces, básicamente son cuatro años de gestión pura y dura.