14 de abril de 2024, 4:00 AM
14 de abril de 2024, 4:00 AM
En Bolivia no alcanza con aumentar la superficie de siembra para incrementar la producción de alimentos. En la última gestión (2023), el país incrementó el área cultivada en 2,28%, pero este esfuerzo no se vio compensado en una mayor oferta de productos ¿La razón? la falta de biotecnología, pero también de otras herramientas que permitan alcanzar los niveles logrados en países vecinos y el uso de semillas ilegales o ‘piratas’.
En Santa Cruz, esta situación confronta a productores e ingenieros agrónomos. Mientras los primeros aducen a la falta de transgénicos sus ‘tímidos’ resultados, los segundos mencionan la falta de paquetes tecnológicos que incluyan fertilizantes, control de plagas, enfermedades e insectos.
Tampoco se puede dejar de mencionar el mercado informal, solo basta una mirada en Marketplace de Facebook para encontrar semillas transgénicas (no aprobadas por el Gobierno) a la venta.
Bolivia está al rezago en productividad.
En soya, Turquía duplica la producción boliviana y en maíz produce seis veces más. En trigo, Reino Unido produce ocho veces más que en campos bolivianos. Y en sorgo, la producción boliviana está en el último lugar con 1,78 toneladas por hectárea (ha) frente a Egipto que alcanza las cinco toneladas por hectárea, según un estudio de la Facultad de Ciencias Agrícolas de la Uagrm.
Una vez concluido el informe, el análisis que se hizo es que el “peor problema de la producción boliviana son los bajos niveles de productividad, incluida la soya”, dijo José Luis Llanos, decano de la Facultad de Ciencias Agrícolas de la universidad estatal.
Sostuvo que no se puede quedar afuera del uso de organismos genéticamente modificados (OGM), menos Bolivia que solo tiene un evento aprobado ( la soya resistente al glifosato). “Pero tampoco podemos decir que es solo eso, sino que el uso de OGM es una tecnología más, de nada sirve tener ese material, si no se acompaña con un paquete tecnológico apropiado: fertilizantes, control de malezas, control de enfermedades de insectos y manejo de suelos”, dijo.
En este sentido, hace falta capacitación técnica para pequeños y medianos productores.
Superficie cultivada
El año pasado -según Llanos- se sembraron 4,3 millones de ha en todo el país, pero la producción fue 21 millones de toneladas de alimentos, el año anterior (2022) fueron 20,3 millones de toneladas; es decir, la oferta se estanca.
El menor rendimiento es por la falta de acceso a las biotecnología, según Jaime Hernández, gerente de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo). “Hay menos eventos transgénicos que se utilicen de forma legal para aprovechar la genética de alto rendimiento y así aumentar la productividad, lo que influye en una menor oferta de granos, sobre todo soya, maíz y trigo”, precisó.
Hace 19 años que el sector productivo insiste en que el Gobierno permita el ingreso de más eventos (semillas resistentes a enfermedades o sequía) y que se pueda identificar la genética que mejor se adapte a los suelos bolivianos.
Sobre las mesas técnicas que se acordaron con el Gobierno, Hernández dijo que a partir de la primera semana de noviembre las reuniones quedaron paralizadas. Sin embargo, el mes pasado, con el nuevo ministro de Desarrollo Rural, Santos Condori, se renovó la esperanza porque dijo que habrá diálogo con empresarios para ver el tema de biotecnología que permita aumentar la producción.
Desde la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) coinciden en que el problema está en la productividad y eso pasa por el acceso a tecnología. Edilberto Osinaga, gerente de la CAO, afirmó que con biotecnología se puede duplicar la producción en la misma superficie y así dar más estabilidad al abastecimiento de carne de pollo, cerdo, huevo y leche.
La producción ha disminuido y hay alimentos en los que nos hemos vuelto más dependientes de la importación, dijo el ejecutivo.
La semana pasada, la CAO planteó al Gobierno homologar los eventos que ya son comerciales en países vecinos para que puedan producir en mejores condiciones y con menor riesgo por la falta de agua (sequía).
La calidad de las semillas
Los productores de semilla tienen otro argumento. Pedro Pellegrino, presidente de la Asociación de Semilleristas (Asosemilla), reveló que en los últimos años se redujo la demanda de semillas de maíz y soya aunque el área de producción está creciendo. ¿Cómo es posible? El agricultor se guarda su semilla y la vuelve a usar en vez de las simientes certificadas.
Por ejemplo, en soya se siembran 1,8 millones de ha y para ello se precisan 90.000 toneladas de semilla, pero Asosemilla solo aporta con un 25%. “No producimos más porque no tenemos venta y desarrollar una variedad cuesta miles de dólares y años en investigación”, explicó Pellegrino.
Entonces, en Bolivia se hace menos investigación porque no hay demanda y los semilleros que sacaban 10 variedades nuevas al año; hoy sacan 4 a 5.
Asimismo, otro problema lo constituye el mercado informal porque las compañías transnacionales pierden el interés de competir en Bolivia debido al mayor uso de semillas no certificadas y de contrabando.
Los maiceros van más allá y mencionan al contrabando. Mario Moreno, presidente de la Asociación de Productores de Maíz y Sorgo, considera que el bajo rendimiento tiene que ver con la calidad de semillas porque ingresan contaminadas y sin control; lo que hace que lleguen al psís con hierbas extrañas e insectos. “Es una contaminación bárbara”, sostuvo el agricultor.
Al igual que Anapo, desde Promasor requieren eventos transgénicos contra el gusano cogollero y la sequía para mejorar el rendimiento.
Moreno admite que están utilizando “material de segunda” para producir por la falta de autorizaciones y acceso a tecnología. “Tampoco es usar el material sin conocer cómo aplicar, se requiere apoyo técnico en el campo”, agregó.