14 de mayo de 2024, 13:01 PM
14 de mayo de 2024, 13:01 PM
El sur y chilchi que azota a la ciudad hace visible lo que en el calor no siempre se ve. Esta semana cuando el frío se hizo sentir con fuerza, Justa Urauz Rojas (80) animó a su hijo a que construya la barda de su lote para que sea una barrera contra el aire gélido que se cuela entre los marcos de las puertas y ventanas.
Justa supervisa el trabajo de los albañiles que levantan los cimientos con ayuda de guantes porque el frío también entumece las manos y la mezcla de cemento se siente como barras de hielo. “El frío ayuda a buscar la leña, a mejorar la casa y taparse un poco de los malvivientes”, dice Justa al indicar que los robos también obligan al embardar los terrenos.
Una taza de té caliente hace más amena la charla dentro de un ambiente en el que el aire frío pareciera que se siente más. Ella vive en el barrio canal Isuto, por el sexto anillo, donde hay una decena de viviendas de madera, con ventanas sin vidrios y paredes con huecos.
No es el caso de su casa, porque ella, con mucho esfuerzo, logró construir una de material, pero se conmueve con las necesidades de sus vecinos a los que considera una familia porque ha visto crecer el barrio que nació tras la riada de 1983. Ella fue una de las damnificadas y es una de primeras vivientes del barrio, donde varios de sus vecinos viven en condiciones precarias.
“Tener una casa en buenas condiciones es muy importante para combatir el frío”, dice Justa que conoce al dedillo quién vive en el vecindario, que está bordeando el canal.
Por las rendijas de un improvisado protector de fierro en una ventana de la precaria vivienda de María Santos Aguirre sopla el viento y el crudo invierno se recrudece en la habitación que comparte con su esposo.
Pero eso no es todo, porque hay una gran separación entre la pared y el techo en la parte de atrás de la habitación, donde no solo sopla el viento, sino también ingresa el agua cuando llueve. “El frío nos hace sentir a los que tenemos menos. No he podido construir porque no tenemos plata y tampoco podemos hacer alguna mejora en la ventana. Para dormir nos ponemos chulo, mantilla y las colchas que podemos. No tengo plata para cerrarla”, dice la mujer de 69 años.
En otras modestas habitaciones, también expuestas a las inclemencias del tiempo, viven otros familiares.
Los antisociales aumentaron más el drama de María, porque hace unos dos meses salió a una consulta médica y cuando regresó no encontró la única garrafa que tenía para usar una pequeña cocinilla. “Tengo que cocinar a leña, pero ahora también me sirve para calentarme un poco”, dice la mujer intentado rescatar algo bueno de esta tragedia.
“Hace 28 vivo en este lugar, pero más paro enferma que sanita. Mi esposo trabaja de albañil cuando puede, por eso yo también cuando estoy sana hago empanaditas para vender”, comentó.
Por su terreno pasa un desagüe al canal, porque está en un sector que no han podido legalizar sus terrenos, solo cuentan con planos. El problema es que los que construyeron el desagüe dejaron unos metros inconclusos, por lo que cuando llueve todo su terreno se inunda. “Imagínese en este tiempo de lluvia y frío, la pasamos muy mal. Ya no hemos cansado de reclamar a las autoridades”, indicó.
Rosario Roca (57) también hace frente al sur y chilchi que azota a la capital cruceña. La necesidad la obliga a resistir las bajas temperaturas, porque no tiene posibilidad de pagar un alquiler. Con ayuda de los vecinos, hace unos cinco meses logró habitar un espacio donde había una habitación a medio construir, entonces levantaron el techo y un poco de pared, pero hay una buena parte que deben cerrar con hule para protegerse.
En una de sus camas hay dos ollas, porque justo hay goteras que también están buscando la forma de solucionar. “Dice mi marido que la gotera está por donde está el perno, pero por ahora ponemos las ollas y mi hija se acomoda”, comenta. Ella y su marido comparten otra habitación que construyeron con venestas. “Nos tapamos con cochas y así nos calentamos, pero estamos buscando la forma de hacer alguna mejora más para que estemos más cómodos”, dijo Rosario que trabaja de limpieza en un Catering.
Este es solo el drama de algunas de cientos de familias que en invierno tienen que conformarse con ver la oscuridad de la noche, porque deben envolverse completamente con la colcha para soportar el viento que ingresa hasta la intimidad de su hogar.
Muchas viviendas tienen las puertas cubiertas con colchas y los huecos de las paredes con cartones y hules.
Sobre el albergue de invierno
Aún no hay fecha para la habilitación del albergue municipal; sin embargo, las autoridades ya iniciaron toda la diligencia para empezar a ver todo lo que se necesita para atender a las personas en situación de calle durante el invierno. Allí reciben alimentación atención médica y una cama donde pasar la noche durante esta época fría.