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2 de junio de 2024, 4:00 AM

2 de junio de 2024, 4:00 AM

Más que una profesión, es una vocación. Ser maestro de aula exige una entrega total en la formación de alumnos, personas y sociedades. Portafolio en mano y cargados de conocimientos llegan todos los días hasta sus escuelas para dar todo lo que tienen y en ese camino van dejando huellas que transforman la vida de sus estudiantes y sus comunidades.

Ciro Melgar (70) lleva 38 años dedicado a la noble labor de la docencia. Era muy joven cuando empezó a ejercer de maestro en Los Batos (Porongo), fundando la escuelita para dar una oportunidad a los niños de las familias que trabajaban en haciendas, ya que la zona aún no estaba urbanizada y tampoco tenía servicios básicos. “Para estudiar los niños debían ir a la ciudad o a Buen Retiro y se tenía que cruzar el río Piraí, entonces era muy complicado”, cuenta.

Recuerda que toda la comunidad se unió para levantar con mucho esfuerzo una escuela en medio del monte. “Fue una cosa muy interesante porque los padres, que trabajaban en las haciendas o eran caseros, dedicaban la noche o los domingos para trabajar en la escuela, unos hacían ladrillos y otros las vigas, y las mujeres ayudaban con las ollas comunes”, cuenta. Él cooperaba organizando, ayudando en lo que era necesario y haciendo un inventario de lo que se hacía.

En sus inicios sus clases eran bajo la sombra de un árbol, luego pasaron a un aula prestada por una familia y en 1986 cumplieron el sueño de inaugurar una escuela, que era una cabaña de motacú, donde 15 niños seguían atentos sus clases sentados en tocos. “Todos eran niños con muchas ganas de aprender y, pese a las limitaciones, no tuve muchas dificultades para enseñar”, cuenta.

Ahora la escuela es un módulo de dos plantas, con seis aulas y otros ambientes. En uno de los cursos, Melgar imparte clases a sus alumnos de segundo grado.

En su larga trayectoria también ha ejercido como director y ha tenido que trasladarse a otras poblaciones para enseñar.

“Considero que el profesor es un constructor social, forma la mente y alma de los niños. Ellos son como un libro abierto donde se puede escribir cosas buenas e inculcar valores”, dice al hablar sobre la labor de los maestros y, por eso, pide tomar con responsabilidad esta misión.

Insiste en que la escuela es la base para cualquier profesión, enseña a tener disciplina y orden en la vida.

Profesor
Félix Luna lleva 39 años trabajando en las aulas

“No solté más la profesión”

Félix Luna, un orureño de 62 años, lleva 39 años dedicado al magisterio. Señala que, cuando le tocó elegir una carrera, el país vivía golpes de estado y tuvo que optar por lo que estaba al alcance.

“Quise entrar a la carrea de arquitectura, pero las universidades estaban cerradas y la normal era la única abierta. Me gustó ser maestro y ya no solté más la profesión que me permitió enseñar matemáticas. Me gustó más preparar a los estudiantes que estar como un arquitecto”, manifiesta.

Lleva trabajando 12 años en el magisterio rural como director, pero también trabajó en el área urbana y en el sector privado.

“Me vine a Santa Cruz, empecé en Pozo Colorao

(Porongo), donde tuve la posibilidad de conocer a las familias y a qué se dedican. Hay que ver todos los aspectos, porque hay que saber comprender y orientar a los papás, porque algunos creen que el colegio es una guardería. Les indicamos que ellos tienen que involucrarse en el proceso educativo”, comenta.

También estuvo en otras comunidades, donde se dio modos para impulsar no solo a los estudiantes, sino también a los maestros que tienen que trabajar con pocos medios y deben darse modos para seguir enseñando.

Ahora radica en Porongo, desde donde trajina a Los Batos.

Profesor
Sandro Villagómez enseña educación física y prepara a los niños
para competencias nacionales

En la misma escuela enseña Sandro Villagómez Ochoa (45) que ejerce de maestro desde 2011.

Siempre se ha dedicado al área de Educación Física y le enorgullece haber llevado a sus estudiantes a competencias nacionales, en distintas disciplinas. “A través de la educación física se enseña deporte, pero también disciplina, y permite reforzar los valores que vienen desde la casa”, dice.

En esta unidad educativa estudian 397 alumnos.



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